El reto
Queríamos que nuestros huéspedes pudieran adquirir comida y bebida en el hotel usando las llaves de sus cuartos, que toman la forma de una elegante pulsera ajustable, personalizada con nuestra marca y dotada de un chip RFID. Éramos conscientes de que iba a resultar complicado encontrar un producto que pudiera capturar los datos RFID de las pulseras, pero nuestra prioridad era proteger contra el fraude tanto al establecimiento como a los clientes y evitar cualquier error de facturación. Queríamos evitar a toda costa el riesgo de que se le facturara a un huésped la cuenta de otro, como pasa en otros hoteles donde solo se pide el número de habitación.
Sabíamos que íbamos a necesitar un producto que pudiese resistir las condiciones exteriores exigentes de Whistler, ya que aquí, en invierno, la temperatura puede llegar a ser de 30 grados bajo cero. También tenía que ser robusto, puesto que un uso comercial intensivo implica inevitablemente caídas y golpes, especialmente en un entorno como el nuestro, donde se pueden tener las manos mojadas fácilmente, lo que favorece que se resbalen los dispositivos.